UNIVERSIDAD DE LA COSTA

UNIVERSIDAD DE LA COSTA
BARRANQUILLA

lunes, 17 de septiembre de 2012

EL ORIGEN DEL UNIVERSO - LA CUESTIÓN EPISTEMOLÓGICA



ESTIMADOS ESTUDIANTES:

(Si tienen dudas sobre la actividad, por favor, deben enviarme sus inquietudes al correo, gracias)

1. Deben leer la siguiente información, hasta donde dice ---HASTA AQUÍ PARA EL 24 DE SEPTIEMBRE ----, 

2. Elaborar una lista de términos desconocidos y buscar su significado.  El control de lectura que haré el próximo lunes, preguntará por el significado de todas las palabras de la lectura.

3.  Entresacar del texto los argumentos , es decir, las razones, las pretensiones que tienen cada una de las tres teorías que aquí se presentan. Identifique las tesis de cada teoría, sus puntos fuertes, sus puntos débiles, y traiga por escrito esta actividad.  

4. Deben traer evidencias de la lectura con los argumentos escritos bien sea en su cuaderno, o las fotocopias  subrayadas y debidamente comentadas o en un trabajo escrito.  En todo caso, vamos a abordar la cuestión en lo posible de manera rigurosa, con el fin de ofrecernos luces a todos, y para eso es imprescindible que hayamos leído el texto.  Lo edité, lo mejoré, y espero que sea de su agrado. 


ESBOZO DE TRES TEORÍAS SOBRE EL ORIGEN DEL UNIVERSO Y DEL HOMBRE

El entonces Card. Joseph Ratzinger, Hoy Benedicto XVI, en un sermón cuaresmal dentro de una serie dedicada al estudio de los primeros versículos del libro del Génesis: «No podemos decir: Creación o Evolución; la manera correcta de plantear el problema debe ser: Creación y Evolución, pues ambas cosas responden a preguntas distintas. La historia del barro y del aliento de Dios [...] no nos cuenta cómo se origina el hombre. Nos relata qué es él, su origen más íntimo, nos clarifica el proyecto que hay detrás de él. Y a la inversa, la teoría de la evolución trata de conocer y describir períodos biológicos. Pero con ello no puede aclarar el origen del "proyecto" hombre, su origen íntimo ni su propia esencia. Nos encontramos, pues, ante dos preguntas que en la misma medida se complementan y que no se excluyen mutuamente»19. 

1 Primera teoría: 

¿Acepta la Iglesia la teoría de la Evolución? 




 La actitud de la Iglesia de cara a las teorías de la evolución, que son varias, es de prudencia. Reconoce que parten de hipótesis científicas serias, dignas de ser tenidas en cuenta, pero que hay que estar atentos de cara a su interpretación. No es admisible, por ejemplo, una interpretación de tipo materialista, que excluya la causalidad divina. De cara al origen del hombre, se podría admitir la posibilidad de una evolución en cuanto al cuerpo, pero sabemos por la Revelación, así como por una sana filosofía, que el alma humana, que es espiritual, no puede surgir de la materia, sino que implica una creación directa por parte de Dios.

A este respecto, puede ser útil leer un documento reciente de Juan Pablo II en el que trató el tema, del cual está tomada esta cita: «Teniendo en cuenta el estado de las investigaciones científicas de esa época y también las exigencias propias de la teología, la encíclica Humani generis consideraba la doctrina del evolucionismo como una hipótesis seria, digna de una investigación y de una reflexión profundas, al igual que la hipótesis opuesta. Pío XII añadía dos condiciones de orden metodológico: que no se adoptara esta opinión como si se tratara de una doctrina cierta y demostrada, y como si se pudiera hacer totalmente abstracción de la Revelación a propósito de las cuestiones que esa doctrina plantea. Enunciaba igualmente la condición necesaria para que esa opinión fuera compatible con la fe cristiana.[...] Pío XII había destacado este punto esencial: el cuerpo humano tiene su origen en la materia viva que existe antes que él, pero el alma espiritual es creada inmediatamente por Dios. Carta encíclica Humani generis: AAS 42 [1950], p. 575). En consecuencia, las teorías de la evolución que, en función de las filosofías en las que se inspiran, consideran que el espíritu surge de las fuerzas de la materia viva o que se trata de un simple epifenómeno de esta materia, son incompatibles con la verdad sobre el hombre. Por otra parte, esas teorías son incapaces de fundar la dignidad de la persona» (Juan Pablo II, Mensaje a los miembros a la Academia Pontificia de Ciencias, 22 de octubre de 1996).

En otro texto se había expresado de modo semejante: «En cuanto al aspecto puramente naturalista de la cuestión, ya mi inolvidable predecesor, el Papa Pío XII, en la encíclica Humani generis, llamaba la atención en 1950 sobre el hecho de que el debate referente al modelo explicativo de evolución no es obstaculizado por la fe si la discusión se mantiene en el contexto del método naturalista y de sus posibilidades [...]. Según estas consideraciones de mi predecesor, una fe rectamente entendida sobre la creación y una enseñanza rectamente concebida de la evolución no crean obstáculos: en efecto, la evolución presupone la creación; la creación se encuadra en la luz de la evolución como un hecho que se prolonga en el tiempo - como una creación continua - en la que Dios se hace visible a los ojos del creyente como ‘Creador del cielo y de la tierra’» (Juan Pablo II, discurso en el Simposio científico internacional sobre Fe cristiana y teoría de la evolución, 26 de abril de 1985).

A este respecto, científicos y teólogos, han gastado litros de tinta y kilos de papel, por lo que podría parecer algo simplista pretender responder a este tema en breves líneas. Sin embargo podemos responder lo siguiente: La teoría de que Dios se sirvió del cuerpo de un mono para hacer al primer hombre se llama evolucionismo. Esta teoría no está condenada por la Iglesia, desde la fe y la filosofía no hay inconveniente en admitir la teoría de la evolución. La respuesta de la veracidad de esta teoría nos la debe dar la ciencia, pues hasta el momento no deja de ser eso, una teoría. De hecho, la teoría de la evolución no elimina la necesidad de una inteligencia ordenadora. Admitir el orden de este mundo y no preguntarse por su causa, es como encontrarse un televisor en lo alto de un monte y atribuirlo a la casualidad . Los textos de la Biblia no tratan de darnos una explicación científica del modo cómo fueron hechos Adán y Eva, sino algo mucho más profundo: el hombre es obra de Dios y la mujer de la misma naturaleza que el hombre .

La Teoría de la evolución, pone en evidencia todos los descubrimientos que se han hecho en este campo gracias a la paleontología y en los que se observa cómo poco a poco, (después de miles y millones de años) los homínidos fueron transformándose hasta que “dieron lugar” al hombre. Estos estudios evidencian una cosa de la que no podemos dudar: el hombre tiene muchas cosas en común con el mundo viviente inferior a él, y de modo especial con la familia de los monos. Esta es una verdad en la que la ciencia ha ido profundizando cada vez más y que permite pensar que la teoría de la evolución hoy día es la explicación más racional.

Lo que a veces no se recalca de igual manera, es que el hombre por sus manifestaciones de inteligencia, voluntad y capacidad de amar... se separa claramente de los demás monos. Esto es lo que la Iglesia se esfuerza por comunicar: que el hombre no es pura materia sino que tiene espíritu y el espíritu no evoluciona como puede haber evolucionado el cuerpo.  

La ciencia podrá explicar cómo ha ido evolucionando el cuerpo, cosa que la Iglesia no sólo no tendrá problemas en aceptar, sino que la acogerá, pero lo que nunca podrá probar la ciencia es que “haya evolucionado el alma”.  La palabra 'alma' es de uso escaso en la literatura académica.  Perteneció a un lenguaje propio de la cosmovisión religiosa tradicional (las almas del purgatorio, salvación de las almas, etc.), y aún hoy se utiliza en el lenguaje teológico de modelo tradicional, pero hoy no tiene significado o referencia alguna a un determinado tipo de fenómeno identificado por la ciencia.  

Resumiendo: la Iglesia acepta que para la creación del hombre, Dios se pudo valer de una “materia” que ya existía (los homínidos) y que perfeccionó, a la que añadió el alma espiritual y racional, creando así al hombre. Además la Iglesia enseña que Dios no sólo dio el alma al primer hombre, sino que la da a cada hombre que viene al mundo, que la crea. Con esto rechaza cualquier interpretación que diga que todo el hombre (alma y cuerpo) descienden del mono, porque si toda alma es creada por Dios, ya no hay lugar para la evolución.

Para una mayor profundización se recomienda leer las siguientes obras:

- S.S. PIO XII: Carta Encíclica “Humani generis”, LEV.
- ALEJANDRO OPARIN: Origen de la vida sobre la Tierra, V. Ed. Tecnos. Madrid, 1970
- SALVADOR DE MADARIAGA: Dios y los españoles, pg.37. Ed. Planeta. Barcelona, 1975
- FRED HOYLE: El Universo inteligente, I, 1. Ed. Grijalbo. Barcelona, 1984
- PIERO PASOLINI: Las grandes ideas que han revolucionado la Ciencia en el último siglo, I, 4. Ed. Ciudad Nueva. Madrid, 1981
- SEBASTIÁN BARTINA, S.I.: Hacia los origenes del hombre, I, 1. Ed. Garriga. Barcelona
- DR. BERMUDO MELÉNDEZ, Catedrático de Paleontología en la Universidad Complutense de Madrid: Las bases científicas del evolucionismo, pg. 89. Ed. ADUE. Madrid
- ROBERT JASTROW: El telar mágico. Ed. Salvat. Barcelona, 1985
- P. JORGE LORING, S.I. : El origen del hombre a la luz de la ciencia actual y de la Biblia. (video)



En la misma línea: 

NUNCA HUBO OPOSICIÓN

Apoyándose en tal criterio, la Iglesia nunca se ha opuesto al desarrollo científico de un evolucionismo coherente y seguro. En concreto, hasta 1996, había señalado lo siguiente:

1) Respecto a la evolución cósmica la Iglesia ha efectuado muy pocas manifestaciones. La Pontificia Comisión Bíblica, en respuesta del 30-VI-1909 que versa sobre el sentido de los tres primeros capítulos del Génesis, dice solamente que no puede ponerse en duda "la creación de todas las cosas por Dios al principio del tiempo". Mantiene, pues, firme la fe en Dios creador, sin manifestar incompatibilidad con las teorías de la génesis del universo; especialmente las que admiten un principio temporal del mundo. En 1948, la misma Comisión responde de nuevo al Cardenal de Paris y ratifica lo ya dicho, explicando en qué sentido deben interpretarse los primeros capítulos del libro del Génesis.  Estos relatos no deben interpretarse de manera literal, sino de manera alegórica, simbólica, y sobre todo, crítica e histórica, profundizando en el mensaje de fe que quieren transmitir, más que en una explicación rigurosa y sistemática, a la manera como se han elaborado las teorías científicas.

2) Por lo que se refiere a la evolución biológica, la Iglesia expresó en 1950 que no vela oposición entre la fe y las investigaciones sobre la evolución (Pío XII, Enc. Humani generis), aunque recomienda "la máxima moderación y cautela" en las afirmaciones científicas no probadas, ya que el Evolucionismo no pasaba de ser una hipótesis todavía sin comprobar. En 1986, en una de sus catequesis, Juan Pablo II dice que la teoría de la evolución "no contrasta con la verdad revelada", siempre que se la entienda de modo que no excluya la causalidad divina.

3) En cuanto al origen del hombre, la Iglesia ha señalado (cfr. Enc. Humani generis) los puntos de doctrina que un cristiano debe mantener firmes para aceptar la teoría de la evolución aplicada al hombre: la peculiar creación del hombre por Dios, la formación de la primera mujer a partir del primer hombre, la creación inmediata del alma humana por Dios, la unidad del linaje humano y por tanto la necesidad del monogenismo, y algunos otros conceptos revelados más propios de la teología que de la ciencia.

Nunca, en resumen, limitó la Iglesia la libertad de investigación en este campo. Sus afirmaciones positivas se han referido siempre a aspectos no científicos, como el origen del espíritu, que escapa por su misma naturaleza a las investigaciones físico-químicas, como veremos al final.

La Iglesia acepta un evolucionismo que se limite a la explicación científica de la naturaleza, sin entrar en hipótesis sobre la creación del mundo o del alma humana, que son cuestiones metafísicas

UNA TEORÍA Y SU ALCANCE

Las declaraciones de Juan Pablo II en octubre de 1996 inclinan la opinión de la Iglesia a aceptar el evolucionismo como teoría suficientemente comprobada "por diversas disciplinas del saber" (n 4). Aunque parezca, en principio, que la Iglesia no debería tomar postura en un argumento científico, "el Magisterio está interesado directamente en la cuestión de la evolución, porque influye en la concepción del hombre" (n. 5). Esto quiere decir que no se trata de una simple cuestión opinable, como tantas otras investigaciones científicas, sino que el enfoque con que se afronte el evolucionismo y, en concreto, el origen del hombre, afecta profundamente a la noción misma de persona humana; y esto repercute a su vez en múltiples aspectos éticos, sociológicos, etc., con honda trascendencia moral.

El Papa, tras reconocer los argumentos significativamente válidos del evolucionismo, señala insistentemente que se trata de una teoría, y delimita el valor epistemológico de toda teoría: una interpretación (no un hecho) homogénea de numerosos datos, que permite relacionarlos entre si y darles una explicación. Toda teoría debe verificarse con nuevos datos y, en caso necesario, reformarse para ser mejor adaptada a la realidad. Además, en el caso del evolucionismo, a los datos procedentes de la observación se añaden ciertas nociones filosóficas, pretendiendo integrarlas en un conjunto unitario con la parte más científica (cfr. n. 4).

Así la primera puntualización pontificia es que, si bien -hoy por hoy- el evolucionismo es la teoría científica que mejor cuadra con los datos observados, no puede tomarse como intangible pues, por su propia naturaleza, puede necesitar ser revisada o perfeccionada.


EVOLUCIÓN Y EVOLUCIONISMOS

La segunda matización que hace el Papa es distinguir entre evolución y evolucionismos. En efecto, al tomar también nociones filosóficas para integrarlas en la teoría, no habrá una sola hipótesis evolucionista, sino tantas como posiciones filosóficas de partida (cfr. n. 4).


Esto puede ser licito -lo exige el propio pluralismo humano-, pero es importante destacar que la existencia de diferentes evolucionismos no es una cuestión científica, sino de pensamiento filosófico. Sería falsear la ciencia -aunque así se ha hecho no pocas veces pretender exponer como única explicación científica posible, una teoría que incluye posturas intelectuales meta-científicas. Un científico honrado expondrá con claridad los datos observables y la teoría que los explica, fijando adecuadamente los límites de su interpretación o señalando las ocasiones en que, además de sus datos, hace uso de argumentos no científicos.


El Papa señala, para ejemplificar, aquellas teorías evolucionistas que consideran que el espíritu humano surge de las fuerzas interiores de la materia viva, o que se trata de un simple epifenómeno de la misma. Estos evolucionismos son incompatibles con la doctrina católica, pero no por aceptar la evolución y sus principios científicos -que en si mismos en nada fundamentan aquellas afirmaciones-, sino porque son incapaces de fundar la dignidad de la persona humana e incompatibles con la verdad sobre el hombre (cfr. n. 5).


En resumen, la Iglesia acepta un evolucionismo que se limite a la explicación científica teórica de las observaciones naturales, sin incluir en su hipótesis cuestiones relativas a la creación del mundo o del espíritu del hombre, que son aspectos metafísicos. El momento del paso a lo espiritual no es -por su propia naturaleza objeto de observación experimental; al investigar el origen del hombre ha de tenerse en cuenta la existencia de una discontinuidad ontológica (cfr. n. 6) respecto a los demás seres materiales. Este salto o ruptura de continuidad repugna a los que estudian la evolución como algo sólo material, pero es necesario aceptarlo como una realidad existencial, aunque escape al análisis físico-químico.


LO QUE DICE LA CIENCIA


El moderno evolucionismo se caracteriza por englobar en una misma teoría -con diferentes partes- el origen de todo: la materia inerte, la vida y el hombre. Aunque se trate de tres saltos cualitativos, no cabe duda que hay una honda relación entre ellos; no puede explicarse la existencia del hombre sin comprender bien de dónde viene la Tierra, el sistema solar y las galaxias.


Las ecuaciones de la relatividad generalizada (Einstein, 1916) permitían deducir, contra lo que se habla creído hasta el momento, que el universo no es eterno e inmutable, sino que es evolutivo: se expande o se contrae necesariamente. J.B.Lamaître (1927) tuvo por primera vez la intuición de que todo el universo provenla de un único "superátomo, inicial; y E. Hubble comprobó experimentalmente en 1929 que las galaxias estaban en expansión. Un análisis retrospectivo llevó a plantear el origen del universo en un sólo punto inicial, calculable en el tiempo, con una concentración inaudita de energía. G. Gamow (1948) calculó este modelo, que acabó llamándose popularmente el "Big-Bang".


En 1965, Penzias y Wilson descubrieron casi por casualidad el "ruido de fondo" del universo, predicho por Gamow; lo que comprobó la exactitud de la teoría y les valió el premio Nobel. Esta y otras comprobaciones han llevado a que la casi totalidad de la comunidad científica adopte el modelo del Big-Bang como la hipótesis más probable del origen del universo. Otras teorías -universo estático y universo pulsante- no han podido ser comprobadas.


De aquel "átomo" inicial, hace unos 14.000 millones de años, proviene todo el universo observable.

EL ORIGEN DE LA VIDA. Evolución biológica.

Diversos experimentos realizados hacia la mitad de siglo, han demostrado la posibilidad de que, en algunos mares de la primitiva Tierra, se sintetizaran los productos de la química orgánica necesarios para la vida. Se supone que en aquellos "caldos" primitivos de materia carbonada y nitrogenada, se sintetizaron los elementos vitales (proteínas y ADN) capaces de reduplicarse y constituir propiamente un ser vivo. Cómo tuvo lugar esta síntesis es todavía un misterio de difícil solución.

Una vez se dieron los primeros vivientes, entró en juego la variabilidad de la molécula de ADN. Las mutaciones, espontáneas o inducidas por agentes naturales (radiactividad, etc.), supusieron millones de cambios bioquímicos, algunos de los cuales fueron provechosos para la vida de sus herederos genéticos.

Lamarck (1809) y Darwin (1859) pusieron las bases para la explicación biológica de la evolución de los seres vivos. La aportación de este último fue hacer entrar en juego la selección natural como factor decisivo en la supervivencia de los mejor adaptados y, en definitiva, en el "progreso" de las formas vitales. El entrecomillado del término progreso se debe a que algunas teorías evolucionistas insisten desproporcionadamente en el papel jugado por la selección natural. Es indudable que en la evolución se ha dado un claro progreso en complejidad y perfección de los seres vivos. Es mucho menos claro que este progreso se debió sólo a la selección natural: desde un punto de vista filosófico, una selección realizada sobre cambios meramente casuales no explica el avance perfectivo; desde el punto de vista biológico, también parece clara una dirección evolutiva de tacto difícilmente argumentable por la sola ciencia positiva, como veremos.

Hay que hacer notar, además, la importancia crucial de algunos fenómenos imprevisibles, como la extinción catastrófica de determinadas especies, que resultaron providenciales para el desarrollo ulterior de la evolución. En los últimos 500 millones de años se encuentran restos de al menos cinco de estas grandes extinciones; la más conocida es la desaparición de los dinosaurios, hace 70 millones de años, que permitió el desarrollo y actual preponderancia de los mamíferos sobre los reptiles. Quiere esto decir que la trayectoria de la evolución ha sido única e irrepetible, fruto de un "azar" muy especial que ha conducido a la posibilidad de existencia actual del hombre.


LA APARICIÓN DEL HOMBRE. 


Es un hecho que el material genético humano (por no hablar del parecido anatómico o fisiológico) coincide en un 98% con el de diversas especies animales. Esto induce a pensar que el cuerpo humano tiene un origen común con el de otros seres vivos. Es improbable que algún día se llegue a encontrar una prueba definitiva de la transformación que dio lugar al cuerpo del hombre; pero los descubrimientos constantes en este campo de la ciencia refuerzan progresivamente la idea de una adaptación evolutiva del mundo animal hasta llegar al hombre.

Las fases de tal adaptación, por lo que hoy se conoce, pueden escalonarse en varios momentos cruciales: un distanciamiento anatómico de la rama evolutiva de los primates, hace unos 2'5 millones de años; la bipedestación (andar erguido sobre dos patas), hace 2-1'5 millones de años; el desarrollo cerebral progresivo, entre un millón y doscientos mil años de antigüedad; la expansión y diferenciación de especies desde Africa hacia Asia y Europa, en sucesivas oleadas, a lo largo de un millón de años; el aprendizaje progresivo de algunas técnicas: golpeado de piedras, tallado de hachas de mano; etc.


Esta lentísima evolución sufre una discontinuidad y una aceleración sin precedentes hace menos de cien mil años. En muy poco tiempo, relativamente, aparece la cultura (arte), la técnica (industrias diversas), la religión (culto a los muertos) y el lenguaje. En menos del 4% del tiempo evolutivo más reciente, el hombre pasa de la nada cultural al nivel actual de pensamiento y dominio de la naturaleza.




LA OTRA CARA


2. Segunda teoría: Creacionismo.


Podemos asegurar sin sonrojarnos que el Evolucionismo


Se puede comparar a................


En el comienzo habia un solo puntito (.)

al pasar los años evoluciono a una coma (,)

después fueron dos puntos (:)

y pasaron a ser punto y coma (;)


Después en un evento "milagroso" aparecieron los demas simbolos

y pasados millones de años más, las letras del abecedario (sin contar los simbolos de escritura que utilizan algunas culturas)

luego se formaron las letras......

y después las oraciones.....

párrafos.......

redacciones y.....

COMO RESULTADO SE FORMÓ UN LIBRO!!!!!!!


Se requiere tener mucha imaginación para creer el semejante disparate que un libro se puede formar por si solo.

Según ellos - los evolucionistas -,  el ser humano se formó por si solo, sin la ayuda de un escritor para que escribiera el libro y le diera vida cuando lo leyera.


Mis queridos amigos Evolucionistas.

No creen que viven en un mundo de fantasia?

Y de que su forma de pensar no es sino el producto de lo que otro ha dicho?

Lo que nunca he entendido, es como algunos creen algo tan obviamente poco probado. Explico por qué: Unos "expertos" encuentran una muela que no encaja con ninguna especie conocida. Con sólo esa muela, dan a conocer un dibujo de un animal "simiesco", con una cantidad de cabellos exacta, que caminaba "así o asá", comía "tal cosa", y "su mamá lo había dejado abandonado, porque se enamoró de otro simio" y que "al final encontró su media naranja" y se inventan una novela tan colosal y grandiosa que lo único que merece es un "Oscar", pero que unas mentes débiles aplauden como focas y la dan por hecho; todo eso por... UNA SIMPLE MUELA...

Aquí van unas declaraciones de publicaciones de renombre:

La revista Newsweek: “‘Todos los fósiles se pudieran colocar encima de un solo escritorio’”.

(Newsweek, “Bones and Prima Donnas”, por Peter Gwynne, John Carey y Lea Donosky, 16 de febrero de 1981, p. 77).

El periódico The New York Times: “Los restos fósiles conocidos de los antepasados del hombre cabrían sobre una mesa de billar. Eso constituye una pobre plataforma desde la cual tratar de penetrar la niebla de los últimos millones de años”.

(The New York Times, “How Old Is Man?”, por Nicholas Wade, 4 de octubre de 1982, p. A18).

La revista Science Digest: “El hecho sorprendente es que toda la prueba física que tenemos para la evolución humana todavía se puede colocar, con lugar de sobra, ¡dentro de un solo ataúd! [...] Por ejemplo, los antropoides modernos dan la impresión de haber aparecido sin fuente alguna. No tienen ayer, no tienen registro fósil. Y el origen verdadero de los humanos modernos —de seres erguidos, desnudos, hacedores de instrumentos, de cerebro grande— es, si vamos a ser honrados con nosotros mismos, un asunto tan misterioso como ese”

(Science Digest, “The Water People”, por Lyall Watson, mayo de 1982, p. 44).

The Bulletin of the Atomic Scientists (El boletín de los científicos atómicos) nos informa: “Las primeras teorías de la evolución humana son en realidad muy extrañas, si se examinan con detenimiento. David Pilbeam ha descrito las primeras teorías como ‘infósiles’. Es decir, se trataba de teorías sobre la evolución humana de las cuales uno pensaría que requerirían alguna prueba fósil, pero en realidad había o tan pocos fósiles que no ejercían influencia alguna en la teoría, o ningún fósil en absoluto. De modo que lo único que había entre los supuestos parientes más cercanos al hombre y los primeros fósiles humanos era la imaginación de unos científicos del siglo XIX”. Esta publicación científica muestra por qué: “La gente quería creer en la evolución, la evolución humana, y esto afectó el resultado de su obra.”

(The Bulletin of the Atomic Scientists, “Fifty Years of Studies on Human Evolution”, por Sherwood Washburn, mayo de 1982, pp. 37, 41).

“Los que trabajan en este campo tienen tan poca prueba sobre la cual basar sus conclusiones que frecuentemente se les hace necesario cambiar de conclusiones”

(Spectator, The University of Iowa, abril de 1973, p. 4).


La revista New Scientist comentó: “A juzgar por la cantidad de prueba sobre la cual se funda, el estudio del hombre fósil difícilmente merece ser más que una subdisciplina de la paleontología o de la antropología. [...] tan atormentadoramente incompleta es la colección, y tan fragmentarios y tan poco convincentes suelen ser los especímenes mismos.

(New Scientist, “Whatever Happened to Zinjanthropus?”, por John Reader, 26 de marzo de 1981, p. 802).


Tomado de: 




Y LA OTRA CARA

3. La tercera teoría:  LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN. 

Descripción del Big Bang

Michio Kaku, científico mediático, ha señalado cierta paradoja en la denominación big bang (gran explosión): en cierto modo no puede haber sido grande ya que se produjo exactamente antes del surgimiento del espacio-tiempo, habría sido el mismo big bang lo que habría generado las dimensiones desde una singularidad; tampoco es exactamente una explosión en el sentido propio del término ya que no se propagó fuera de sí mismo.

Basándose en medidas de la expansión del Universo utilizando observaciones de las supernovas tipo 1a, en función de la variación de la temperatura en diferentes escalas en la radiación de fondo de microondas y en función de la correlación de las galaxias, la edad del Universo es de aproximadamente 13,7 ± 0,2 miles de millones de años. Es notable el hecho de que tres mediciones independientes sean consistentes, por lo que se consideran una fuerte evidencia del llamado modelo de concordancia que describe la naturaleza detallada del Universo.

El universo en sus primeros momentos estaba lleno homogénea e isótropamente de una energía muy densa y tenía una temperatura y presión concomitantes. Se expandió y se enfrió, experimentando cambios de fase análogos a la condensación del vapor o a la congelación del agua, pero relacionados con las partículas elementales.

Aproximadamente 10-35 segundos después del tiempo de Planck un cambio de fase causó que el Universo se expandiese de forma exponencial durante un período llamado inflación cósmica. Al terminar la inflación, los componentes materiales del Universo quedaron en la forma de un plasma de quarks-gluones, en donde todas las partes que lo formaban estaban en movimiento en forma relativista. Con el crecimiento en tamaño del Universo, la temperatura descendió, y debido a un cambio aún desconocido denominado bariogénesis, los quarks y los gluones se combinaron en bariones tales como el protón y el neutrón, produciendo de alguna manera la asimetría observada actualmente entre la materia y la antimateria. Las temperaturas aún más bajas condujeron a nuevos cambios de fase, que rompieron la simetría, así que les dieron su forma actual a las fuerzas fundamentales de la física y a las partículas elementales. Más tarde, protones y neutrones se combinaron para formar los núcleos de deuterio y de helio, en un proceso llamado nucleosíntesis primordial. Al enfriarse el Universo, la materia gradualmente dejó de moverse de forma relativista y su densidad de energía comenzó a dominar gravitacionalmente sobre la radiación. Pasados 300.000 años, los electrones y los núcleos se combinaron para formar los átomos (mayoritariamente de hidrógeno). Por eso, la radiación se desacopló de los átomos y continuó por el espacio prácticamente sin obstáculos. Ésta es la radiación de fondo de microondas.

Al pasar el tiempo, algunas regiones ligeramente más densas de la materia casi uniformemente distribuida crecieron gravitacionalmente, haciéndose más densas, formando nubes, estrellas, galaxias y el resto de las estructuras astronómicas que actualmente se observan. Los detalles de este proceso dependen de la cantidad y tipo de materia que hay en el Universo. Los tres tipos posibles se denominan materia oscura fría, materia oscura caliente y materia bariónica. Las mejores medidas disponibles (provenientes del WMAP) muestran que la forma más común de materia en el universo es la materia oscura fría. Los otros dos tipos de materia sólo representarían el 20 por ciento de la materia del Universo.

El Universo actual parece estar dominado por una forma misteriosa de energía conocida como energía oscura. Aproximadamente el 70 por ciento de la densidad de energía del universo actual está en esa forma. Una de las propiedades características de este componente del universo es el hecho de que provoca que la expansión del universo varíe de una relación lineal entre velocidad y distancia, haciendo que el espacio-tiempo se expanda más rápidamente que lo esperado a grandes distancias. La energía oscura toma la forma de una constante cosmológica en las ecuaciones de campo de Einstein de la relatividad general, pero los detalles de esta ecuación de estado y su relación con el modelo estándar de la física de partículas continúan siendo investigados tanto en el ámbito de la física teórica como por medio de observaciones.

Más misterios aparecen cuando se investiga más cerca del principio, cuando las energías de las partículas eran más altas de lo que ahora se puede estudiar mediante experimentos. No hay ningún modelo físico convincente para el primer 10-33 segundo del universo, antes del cambio de fase que forma parte de la teoría de la gran unificación. En el "primer instante", la teoría gravitacional de Einstein predice una singularidad gravitacional en donde las densidades son infinitas. Para resolver esta paradoja física, hace falta una teoría de la gravedad cuántica. La comprensión de este período de la historia del universo figura entre los mayores problemas no resueltos de la física.


Tomado de: 



A Darwin le intrigaban mucho las singularidades de la distribución geográfica:

¿Por qué lo que vivía al este de los Andes era tan diferente que los que vivía al otro lado?
¿Por qué los animales sudamericanos diferían tanto de los norteamericanos?
¿Por qué los animales del extremo norte eran tan similares en todos los continentes?
¿Por qué no había mamíferos en las Galápagos, salvo una pequeña especie de ratita?
¿Por qué en aquel archipiélago todas las especies resultaban tan peregrinas, incluidas las plantas?
¿Por qué albergaba una sola especie de halcón, de paloma, de pájaro nocturno y de serpiente?

El problema de la distribución surgió de nuevo al arribar a Nueva Zelanda. Aquí se revelaba un extravagante ecosistema aviar. Los nichos que hubieran correspondido a infinidad de mamíferos, desde las marmotas hasta los antílopes, estaban ocupados por un despliegue inverosímil de aves no voladoras o, más precisamente, lo habían estado, porque los cazadores maoríes casi las habían exterminado antes de que llegara Darwin. Los fósiles probaban que en otro tiempo habían predominado en la isla. Iban de los moas gigantes, dos veces más grandes que los avestruces, y que ponían huevos del grosor de una pelota de baloncesto, a una multitud de pájaros menores, como el kiwi, del tamaño de una gallina y uno de los pocos supervivientes de esta fauna, ya que actualmente vive alejado de los asentamientos humanos. 

En Australia, sin embargo, sí que había una plétora de mamíferos, aunque de índole diferente a los europeos, asiáticos y africanos. Casi todos eran marsupiales, como los canguros que ocupaban el nicho de los herbívoros. Pero también existían otros que ocupaban los lugares de conejos, lobos, puerco espines, monos, etc.Tras estos y otros muchos datos, Darwin vino a pensar algo parecido a lo que sigue: si se tiene en cuenta el parentesco de la totalidad de los animales del mundo, cómo forman grupos, cómo se distribuyen geográficamente y cómo varían, aunque sea poco, de un sitio a otro, se hace muy difícil concebirlos como especies fijas. 

Durante los años 1837 y 1838, Darwin se enfrentó al llamado problema de la dilución. Era sabido si se aparea un animal muy diferente de sus congéneres con otro, y luego con otro la descendencia, y así sucesivamente, la variabilidad tan grande inicialmente acaba desapareciendo. Comprendió que había fuerzas muy poderosas para conservar las especies, como el hecho de la descendencia estéril de dos especies diferentes (como el caballo con los asnos). También se dio cuenta de que los animales débiles o deformes no sobrevivían: los enemigos y el hambre efectuaban una constante elección diezmadora de los incapaces, lo que confinaba a las especies a la regularidad. 

Sin embargo, en su mente seguía viendo toda aquella variabilidad que había observado en su viaje.  Fue en esta época cuando leyó el trabajo de Malthus , y en fecha muy posterior lo acreditó como una de sus revelaciones: "... me inspiró de pronto que ... se tendería a conservar las variaciones conservadoras, y a destruir las que no lo fuesen. De ello resultaría la formación de nuevas especies". Para otros la doctrina malthusiana era la única manera de mantener una especia apta e inmutada; Darwin lo vio a la inversa: habiendo variación entre los individuos, ¿no habría unos más aptos y más capaces de sobrevivir? 

En estas circunstancias, ya podía explicar la diversidad de los pinzones y tortugas de las Galápagos. El archipiélago era de origen volcánico y surgió del fondo marino. Cuanto llegó a las islas procedía de otros parajes. Si cada invasor era una pizca diferente de sus compañeros en el continente y en las demás islas (y no hay dos individuos idénticos en las especies animales superiores) se entiende que las diferentes sucesiones de tortugas y pinzones, al multiplicarse, intensificarían sus diferencias y tendrían rasgos característicos propios. Aquellos se había realizado durante millares de años, y cada isla albergó una especie diferente de tortuga y pinzón cuando Darwin llegó.  

El pensamiento de Darwin no discurrió linealmente. Fue consecuencia de un entretejido de observaciones y conclusiones, que hubo de organizar antes de que se resolvieran en teoría. Ernst Mayr, en su libro "The Growth of the Biological Thought" (El desarrollo del pensamiento biológico) resume mejor que nadie en cinco observaciones y tres inferencias la labor de Darwin:  

Observación número 1. Las especies gozan de gran potencial de fecundidad, dato que él ya había observado y que Malthus le recordó. 

Observación número 2. Las poblaciones tienden a conservar sus proporciones. La inmensa mayoría de las poblaciones son estables.

Observación número 3. Los recursos alimentarios tienen límites y se mantienen casi siempre bastante regulares.  

De estas tres observaciones Darwin infirió que en un medio ambiente de recursos alimentarios estables y con proliferación excesiva de los individuos, estos se enfrentarán a la lucha por sobrevivir.

Observación número 4. No hay dos individuos idénticos. La variabilidad es universal. Este hecho puede ser ilustrado con el caso de la mariquita asiática.

Observación número 5. Gran parte de la variación se hereda.  La segunda inferencia de Darwin concluye que en un mundo de poblaciones estables, en el que los individuo han de luchar para sobrevivir, sólo tienen posibilidad de hacerlo los que tienen mejores características, que sus cría probablemente heredarán. Esta desigual proporción de supervivencia es la selección natural.  De aquí Darwin infirió, al final, que el proceso de selección natural, si se cumple con intensidad suficiente y durante bastante tiempo, acarrea al cabo cambios muy perceptibles en una población y culmina en la aparición de una nueva especie.

Tras todo este corpus de ideas y conclusiones perfectamente argumentadas, cabe imaginar a Darwin presto a publicarlas. Sin embargo, lo que sucedió fue muy distinto. Hacia 1839 y 1840 había llenado varios cuadernos. En 1842 los organizó y escribió un corto ensayo que bosquejaba su teoría. En 1844 redactó otro más extenso. Pero no publicó ninguno: le sobraban ejemplos para concluir que hablar de evolución en su sociedad y verse relegado a la repudia estaban íntimamente unidos.  Así, en 1844 Darwin se desvió del asunto y comenzó a estudiar algo menos comprometido, como eran las lapas, durante ocho años. El resultado fue una obra de cuatro tomos que aún hoy es un hito científico. Aún así, según Stephen Jay Gould, Darwin siempre lograba relacionar el asunto que trataba, por muy distante que pareciera, con el motor de su vida: la Evolución.

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